El orden multifamiliar como vector determinista para la cultura de privilegio y relaciones de poder en Brasil

Resumen

Reproduciendo exhaustivamente y con mayor intensidad la práctica histórica heredada de la tradición ibérica, el largo proceso de formación de la sociedad brasileña incorporó a sus elementos constitutivos el orden familiar como factor distintivo de las relaciones sociales y políticas del país, que se constituyó como un gobierno estándar y no formal, moldeado por los intereses de la Corona portuguesa y sus numerosos beneficiarios. Profundamente arraigada en la sociedad ibérica, particularmente en su porción lusitana, la cultura del privilegio era concebida como una especie de identidad de clase, restringida a la nobleza y sus derivaciones (nobles de todo tipo), de tal manera que quienes contemplaban segregaban a quienes lo eran. no aceptado. , que, por cierto, representaba a la inmensa mayoría de la población portuguesa. El “paquete de privilegios” dedicado a los elegidos del reino se extendió a la familia, asumiendo trayectorias de aplicación en todas direcciones (ascendente, descendente, lateral) y desarrollos (alcanzando los más diversos vínculos de afinidad, incluso agregados), así como constituyéndose en transferencia de bienes a herederos y padrinos, consagrando el orden familiar como célula estructural de la vida en sociedad, no mediante una determinación de valores cultivados en la dimensión ético-formativa, sino con el mero propósito de asegurar la parte respectiva de los privilegios y beneficios públicos, para su disfrute en el ámbito privado y de forma hereditaria. Habitantes permanentes del territorio lusitano más allá del mar y alegando una dudosa proximidad al Rey, los agentes del colonizador, alejados de los ojos de la realeza y deseosos de cubrirse con los halagos propios del universo que gravitaba en torno a la monarquía, no pudieron contenerse en importar e implementar en estas tierras la cultura del privilegio, reservada a los diferentes grupos y familias que se asentaron o desarrollaron en ese escenario, lejos de mecanismos de control efectivos y cualquier referencia a estándares avanzados de civismo. Predominante en la Colonia, activa en el Imperio y asfixiante en la República, la cultura del privilegio como fin en sí mismo asumió un aire de unanimidad y de objeto de deseo, echando raíces de tal forma y alcance que se constituiría como una verdadera institución nacional, un espejo de distorsiones, desviaciones diversas y degeneraciones. Con el apoyo de la solidaridad de pares y compañeros de clase, resistiría la modernidad y la institucionalidad flexible, y se mantendría en el país como una reserva de privilegios destinados a unos pocos y miembros de familias que se perpetuarían en los más diversos segmentos de la sociedad. vida—en la política, en el Poder Judicial, en las carreras del Estado, en las Fuerzas Armadas, en las representaciones diplomáticas, en la academia, en fin, expandiéndose de manera difusa, pero sin comprometer la restricción del criterio oligárquico-familiar.